Cientos de hombres y jóvenes marcharon desde la iglesia St. Sabina para mandar un mensaje al público: ‘¡Paren de matarnos!’

Algunos usaban camisetas que decían: “No puedo respirar”, la repetida súplica de George Floyd durante los ocho minutos que el oficial de policía de Minneapolis se arrodilló sobre su cuello.

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Unos 200 hombres y jóvenes guardaron silencio el jueves, deteniendo el tráfico y formando tres filas en la intersección de la calle 79 y la avenida Racine en el lado sur de la ciudad.

Pronto, todos se arrodillaron, levantaron los puños en el aire y repitieron un mensaje que retumbó en el vecindario de Gresham: “Paren de matarnos”.

La manifestación organizada por la Iglesia de St. Sabina se produjo 10 días después de que George Floyd fuera asesinado por un policía blanco que puso una rodilla sobre su cuello mientras lo detenía en Minnesota. La muerte de Floyd fue captada en video, lo que provocó protestas en Chicago y en otras ciudades del país.

El reverendo Michael Pfleger, de la Comunidad de Fe de Santa Sabina, dijo que la multitud de hombres y jóvenes afroamericanos querían reenfocar sus protestas después de que la atención se centró en aquellos que utilizaron los disturbios para entrar en negocios y destrozar propiedades. Pfleger dijo que era hora de que el país escuchara a éstos hombres, advirtiendo que lo que está sucediendo ahora es sólo una muestra de lo que podría suceder.

“Lo que provocó esto fueron décadas de hombres negros asesinados como animales en Estados Unidos y por los que nadie hizo una maldita cosa al respecto”, dijo Pfleger.

La manifestación en el vecindario de Auburn Gresham comenzó en St. Sabina, donde William Hall encabezó al grupo en oración antes de caminar hacia la intersección, recordándoles que el mismo Dios que los vigilaba a ellos también había vigilado a personas como Harriet Tubman.

“Les agradecemos por el futuro que viene, porque lo que está por venir es mucho mejor que lo que ha sido”, dijo Hall.

Algunos de los hombres vestían camisetas de fraternidades universitarias históricamente negras, mientras que otros usaban camisetas que decían: “No puedo respirar”, la repetida súplica de George Floyd durante los ocho minutos que el oficial de policía de Minneapolis se arrodilló sobre su cuello.

James Ramos, de Humboldt Park, estaba entre los manifestantes. Trabaja para el distrito 21, pero también es miembro de ‘Alpha Phi Alpha’, una fraternidad negra, y se unió como parte de un llamado a los integrantes mayores para que mostrasen su apoyo durante la manifestación de este jueves.

“Quería asegurarme de que este fuera un llamado a la paz y una demostración de que los hombres de color no están saqueando, cometiendo actos violentos, sino que están unidos y no toleran el hecho de que haya violencia y destrucción de nuestras comunidades”, dijo Ramos. “Estoy a favor de eso”.

Algunos peatones que iban por la calle le echaron porras a los manifestantes. Lisa Shaw, de 56 años, que llegó desde su casa en los suburbios del sur, levantó el puño en el aire en apoyo del grupo.

“Esto es por mis hijos y mis nietos”, dijo Shaw, mientras lloraba emocionada.

Trevon Bosley, de 21 años, del barrio de Roseland, en lo más alejado del lado sur, fue uno de los tres hombres que durante la manifestación leyeron textos sobre los diferentes tipos de ocupaciones que sufrieron las comunidades afroamericanas.

Bosley, un activista contra la violencia y un estudiante de Southern Illinois University que estudia ingeniería eléctrica, dijo que estaba destinado a señalar qué papel deberían tener en el país.

“Si continuamos siendo asesinados y encerrados no podremos contribuir a la sociedad estadounidense, no podremos hacer de éste un mejor país”, dijo Bosley.

Los fiscales en Minnesota agregaron nuevos cargos contra el ex oficial Derek Chauvin por asesinato en segundo grado y presentaron también cargos contra otros tres ex oficiales presentes en el lugar donde Floyd murió. Pero Bosley, que forma parte de los líderes juveniles del grupo B.R.A.V.E. de St. Sabina, dijo que hay otras muertes provocadas por la policía de Chicago que también deben esclarecerse. Más allá de la reforma policial, dijo, los funcionarios de Chicago también deberían abordarse temas como la educación.

“Tampoco queremos que la alcaldesa solo proteja el centro de los saqueadores; queremos que proteja a toda la ciudad en su conjunto, especialmente en los lados sur y oeste”, dijo Bosley.

Los informes de Elvia Malagón sobre justicia social y desigual distribución de los ingresos son posibles gracias a una subvención del Chicago Community Trust.

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