Vicente Fernández estará para siempre en Chicago

Hace nueve años, se despidió de su público de Chicago, la primera ciudad de Estados Unidos que visitó como cantante, en “el mero corazón” de la comunidad mexicana: el barrio de La Villita.

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Los fans de La Villita salieron a conocer a Chente en octubre de 2012 para el nombramiento de un tramo de la calle 26.

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Con la muerte del cantante mexicano Vicente Fernández (1940-2021) la música mexicana se queda sin su máximo exponente, pero la leyenda permanece. Y Chicago es parte de la historia de Chente. 

Hace nueve años, se despidió de su público de Chicago, la primera ciudad de Estados Unidos que visitó como cantante, en “el mero corazón” de la comunidad mexicana: el barrio de La Villita. 

El último de los grandes “charros cantores”, un hombre de rancho de los que no se saben rajar, el que personificó una de las tantas facetas contradictorias de la mexicanidad pero que también se volvió estandarte y figura eterna de México, falleció a los 81 años de edad, en un día que parece mucha casualidad: el 12 de diciembre, día de la Virgen de Guadalupe, la “reina de México” —sincretismo de Tonantzin, la madre de los mexicanos antes de la llamada conquista— como para rematar con broche de oro su mexicanidad.

En los años previos a su retiro de los escenarios, cada octubre, así como las fiestas de su tan querida Guadalajara, Jalisco, Chente tenía una cita con el público de Chicago. En 2012 luego de anunciar su retiro de los escenarios y de sus giras y presentaciones que eran una verdadera experiencia religiosa, se presentó por última vez en Chicago en dos conciertos realizados el 20 y 21 de octubre. 

En su concierto de ese sábado en el Allstate Arena, en una presentación en la que lo acompañó su hijo mayor, Vicente Fernández Jr., Chente comenzó su recital cantando “Borracho te recuerdo”.

Vicente Fernández greets his fans at 26th and Troy in Little Village in October 2012 when he got the key to the city of Chicago.

“Mi corazón se queda aquí, con el pueblo de Chicago, porque aunque ustedes no lo crean, fue la primera ciudad americana que pisé en una gira hace 45 años. Muchísimas gracias, es para mí un honor muy grande, para mí, para mi familia, el que una calle en el barrio mexicano lleve el nombre de un servidor,” dijo Chente en su homenaje.

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“Con el corazón en la mano y lleno de melancolía, estoy aquí para darles las gracias, muchísimas gracias, por tantas cosas tan hermosas que me regalaron a través de mis 47 años de carrera,” dijo. “Muchísimas gracias, que Dios los bendiga, pero hoy todavía y mañana, ya saben cuál es mi lema: Mientras ustedes no dejen de aplaudir, su Chente no deja de cantar”.

Esa noche fue tremendamente emotiva y él cantó sin pausa ni tregua. Parecía no querer dejar una canción sin interpretar y complacer al público. Y claro, aunque se aguantó las lágrimas, al cantar “Gracias” —otra de José Alfredo— ahí sí no pudo evitar llorar. Su forma de pagar que lo quisieran a él y sus canciones, como dice la letra, solo era cantando. 

Se despidió con “Volver, volver”, tema que era uno de sus grandes sellos —aunque todos los temas con su voz lo son— pero que en otros años era una afirmación de que volvería a verse con su público de Chicago. Eso no sucedió.

El 22 de octubre se le rindió un homenaje de despedida en el arco de La Villita, donde a un tramo de la calle 26 —entre Troy St. y Western Ave.— se le nombró la Avenida Vicente Fernández. Un nombre que se cambió a último minuto, ya que cuando anunciaron el homenaje, en el comunicado de prensa se dijo que se llamaría “Vicente Fernández Way”. 

Ese día, Vicente llegó a la cita a bordo de una camioneta negra, visiblemente emocionado. En el homenaje estuvieron presentes su esposa Doña Refugio Abarca y sus hijos Vicente y Alejandra. 

“Mi corazón se queda aquí, con el pueblo de Chicago, porque aunque ustedes no lo crean, fue la primera ciudad americana que pisé en una gira hace 45 años. Muchísimas gracias, es para mí un honor muy grande, para mí, para mi familia, el que una calle en el barrio mexicano lleve el nombre de un servidor,” dijo en ese homenaje. “No tengo con qué pagarles tanto porque yo soy una gente que nací en un rancho y lo que he aprendido es porque ustedes me lo han dado. Lo que tengo, lo que soy, se los debo a todos ustedes y que Dios los bendiga”.

Sin palabras y con la emoción a cuestas, complació a los que se dieron cita, cantando “El hijo del pueblo” de la autoría de Jiménez. Un tema que no solo describe una de las facetas de Chente, también lo que se veía en ese momento. Estaba en el barrio que ha sido la puerta de entrada en Chicago para los inmigrantes mexicanos, el barrio más mexicano de toda la ciudad. 

Chente regresó a los pocos días, pero no a cantar. El 6 de noviembre visitó el Centro Médico del Hospital de la Universidad de Illinois y Sistema de Salud y Ciencias (UIH) justo donde se ubican las oficinas de administración de la división de trasplantes y cirugía robótica para informarse y ponerse en manos de los médicos de dicha institución, quienes lo operaron del tumor que se le detectó en el hígado meses antes. 

El 22 de noviembre Chente confirmó que sí había padecido cáncer y fue dado de alta el 13 de noviembre. Aquí, en esta ciudad, tuvo esa recuperación.

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El 22 de octubre se le rindió un homenaje de despedida en el arco de La Villita, donde a un tramo de la calle 26 —entre Troy St. y Western Ave.— se le nombró la Avenida Vicente Fernández.

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A unas cuadras de donde se ubicaba la placa con el nombre de la avenida Vicente Fernández —la placa del nombre de la calle actualmente ya no está— María Meza, una mexicana de 76 años de edad originaria de Mexicali, Baja California, estaba en el barrio para hacer sus compras. Aunque reside en Pilsen, le gusta ir a La Villita a hacer sus compras “porque encuentra de todo y se siente como en México”.

No sabía que un tramo de la calle 26 lleva el nombre de Fernández, sin embargo, se cuenta entre los que admiraba al cantante. “Era un cantante que nos representaba, de los antiguos que sí cantaba bonito, no como ahora que parece que están recitando”, dijo entre risas.

La señora María contó que en la estación radial 750 AM estaban tocando muchas de las canciones de Vicente, mismas que ella escucha. Como inmigrante que llegó a Chicago siendo “jovencita” lo ha escuchado desde siempre. Contó que sus canciones favoritas de “El Charro de Huentitán” son “No me sé rajar” y “Los mandados”.

Esta ciudad siempre estará ligada a Chente. No solo por el tramo de la calle 26 que lleva su nombre o porque aquí su hijo Alejandro Fernández también continúa su historia o porque su nieto, Álex Fernández, iniciara la suya al presentarse en la plaza Garibaldi en 2019, también ubicada en La Villita a un lado de la calle de su “tata”. 

Vicente vivirá en Chicago porque, al ser la tercera ciudad del mundo con más mexicanos siempre estará presente. Ya sea en las fiestas, en las borracheras, para curar el mal de amores con su voz o para disfrutar la vida, Chente siempre estará presente. 

Como exclamó la señora María: “¡Que viva Vicente Fernández!”

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Sin palabras y con la emoción a cuestas, complació a los que se dieron cita, cantando “El hijo del pueblo” de la autoría de José Alfredo Jiménez.

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