A medida que se acercaba el tercer aniversario de La Voz Chicago, nuestro pequeño equipo pensaba en cuáles historias contar para celebrar nuestro éxito.
Dado que la fecha oficial de lanzamiento de la sección en español era el 10 de mayo —cuando algunos países latinoamericanos celebran a sus figuras maternas— pensamos que un reportaje sobre el Día de las Madres en el que se destacara a los vendedores ambulantes de las vibrantes comunidades latinas de Chicago sería bueno.
Desgraciadamente, reunir la información necesaria resultó un poco difícil, ya que los vendedores callejeros no suelen salir a vender flores, chocolates y manualidades hasta un par de días antes de la celebración.
Con la ayuda de nuestra directora principal de audiencia Angela Massino; el desarrollador de visualización de datos Jesse Howe; el ilustrador freelance David Alvarado, y algunas otras personas del equipo de edición del Sun-Times, creamos una hermosa página interactiva que pudieran navegar los lectores. Pero aún no teníamos suficiente contenido.
Seguimos intentando. Enviamos a varios reporteros a distintos barrios en busca de vendedores, pero no tuvimos suerte.
La única fuente me la dio alguien de Northeastern Illinois University. Me contaron de una estudiante indocumentada que trabaja con su tía vendiendo flores a los conductores que pasan por La Villita y sus alrededores.
Yulissa Martínez, una estudiante de contabilidad de 26 años, me dijo que lo hace para darle a su hija de 2 años un mejor futuro. Con el dinero de sus ventas, ha abierto una cuenta bancaria a nombre de su hija Sabrina.
Con la reciente llegada de migrantes a la ciudad, la mayoría de ellos venezolanos, Martínez y su tía han ampliado la oportunidad de vender flores en la calle a al menos una docena de personas más.
“Es increíble compartir con la gente sus sueños”, me dijo. “Te da esperanza y te motiva a ser humilde porque siempre hay gente con necesidad”.
Mientras trabajaba en este proyecto, mi abuela, Carmen Núñez, fue hospitalizada pocos días después de mi entrevista con Martínez. Le diagnosticaron una trombosis venosa severa, entre otros problemas graves. Mi madre me llamó para decirme que el doctor le había dado una esperanza de vida de seis meses en el mejor de los casos.
Pensé en ese momento: “¿Ahora cómo voy a escribir esta historia?”.
Hace tiempo que está muy mal. A lo largo de los años, su cuerpo la ha traicionado debido a una artritis severa. Antes, esta mujer se pasaba el día cuidando sus queridas plantas de rosas y tomates afuera de la casa de Humboldt Park que compartía con mi abuelo, José Núñez Ramos, un veterano de la guerra de Corea.
Trabajaba horas en su cocina pelando gandules frescos a mano del mercado puertorriqueño para hacer arroz con gandules y ahora estaba encamada permanente. Tenía las manos y los pies dolorosamente torcidos.
La noticia fue agridulce. Me preocupaba que su estado empeorara en cualquier momento. Su cuerpo luchaba con todas sus fuerzas.
Pero, como hacen los profesionales, seguí adelante. Contar esta historia es lo que mi abuela hubiera querido que hiciera.
La fotógrafa del Sun-Times Ashlee Rezin se reunió conmigo el 9 de mayo para buscar más vendedores. No teníamos ninguna pista sólida, pero sabíamos que se habían visto algunos cerca de la 51st y la Avenida Western.
En total, encontramos otros tres puestos instalados en las esquinas de las calles del lado sur. Todos los vendedores eran inmigrantes.
Casi todos hablaban español como su primera lengua y nos contaron que vendían flores no sólo para celebrar el Día de las Madres, sino para poder sobrevivir. Trabajaban duro para darles una buena vida a sus hijos y a los hijos de sus hijos.
Hacía semanas que se acercaba la fecha de publicación y, por fin, teníamos todas las piezas de la historia.
Al día siguiente, me sorprendió ver mi nota en la portada del Sun-Times. Martínez me envió un mensaje de texto diciéndome que la comunidad de su iglesia había visto la nota ese día y que les había encantado. Más tarde, me dijo que ver la versión en español en el internet la había hecho llorar.
Ese mismo día, fui a ver a mi abuela al hospital con mi copia del Sun-Times. Estaba ansiosa por enseñarle la historia.
Verla sonreír ese día me confirmó que había valido la pena todo el estrés de las semanas anteriores.
Desde que empecé a trabajar en La Voz, poder mostrarle a mi familia mi trabajo en español ha sido la mejor parte de poder producir historias por y para latinos.
Cuando compre o plante flores, siempre serán para ella.
Carmen Núñez murió el 31 de diciembre a las 8:14 p.m., en la casa de su hija Myrna Núñez, rodeada de su familia. Más temprano ese día, este artículo se imprimió en el Chicago Sun-Times en inglés.