Janet Núñez se preocupa por sus dos hijos más pequeños que tienen dificultades con sus tareas escolares, y se pregunta si existe una conexión con la contaminación alrededor de su casa en la comunidad altamente industrializada del East Side.
El año pasado inscribió a Iliana, de 8 años, y Alexander, de 7, en un estudio financiado por el gobierno que analiza la sangre, el cabello, la saliva, las uñas de los pies y los dientes de leche para detectar la presencia de metales que dañan el cerebro, como el manganeso y el plomo.
Los residentes del lado sureste a menudo se quejan de asma y otros problemas respiratorios asociados con la contaminación del aire. Pero la proximidad de su casa a una operación de manejo de manganeso, S.H. Bell y otros sitios industriales, es lo que la tienen particularmente ansiosa por sus hijos.
“Me preocupa más que los dos estén navegando en la escuela”, dijo Núñez.
Iliana y Alexander se encuentran entre los 30 niños del lado sureste que participan en el estudio.
El proyecto está dirigido por la científica de salud ambiental de la Universidad de Kentucky, Erin Haynes, quien previamente analizó a cientos de niños en el sureste de Ohio y encontró una correlación entre los niveles altos de manganeso en el cuerpo y las puntuaciones bajas de coeficiente intelectual (IQ, por sus siglas en inglés).
El manganeso es un metal utilizado en la fabricación de acero y para otros usos industriales. Altos niveles inhalados pueden ser dañinos, particularmente para la función cerebral. El estudio también utilizará una prueba de sangre instantánea desarrollada por el profesor de bioingeniería de la Universidad de Illinois-Chicago, Ian Papautsky.
“De nuestro trabajo anterior, sabemos que el manganeso puede afectar el cerebro de los niños y su capacidad para aprender y pensar”, dijo Haynes. “Estoy interesado en el lado sureste de Chicago porque la comunidad planteó el problema por sí misma y tienen derecho a saber si el manganeso en su entorno está afectando negativamente a sus hijos”.
Los niños de Chicago serán estudiados en cuanto a habilidades funcionales y la exposición al manganeso, dijo.
Los investigadores esperan inscribir en el estudio a docenas de niños más, de 7 a 9 años, hasta el final del verano. El trabajo anterior de Haynes en las comunidades de Marietta y East Liverpool en Ohio estudió a unos 400 niños.
El equipo de estudio ofrece a las familias $100 para inscribirse; para obtener más información o inscribirse, llame al (312) 620-6675.
Gina Ramírez, una residente del East Side que estuvo entre los organizadores que invitaron a Haynes a Chicago, inscribió a su hijo Evan, de 7 años. El hijo de Ramírez es autista y, aunque el estudio no está diseñado para determinar los vínculos con esa afección, espera aprender más sobre la exposición.
“No tenemos datos, no tenemos nada”, dijo Ramírez refiriéndose a la falta de estudios de salud. “Así que este es un primer paso”.
Los funcionarios ambientales de EE.UU. han analizado el suelo alrededor de las casas cercanas. Los residentes se han quejado del polvo que cubría el revestimiento de sus casas y de los metales pesados, y en años recientes se han encontrado tanto plomo como manganeso en los campos de béisbol juvenil del lado sureste.
Hace varios años, Ramírez y otros expresaron su preocupación por el almacenamiento grava de manganeso expuesto en S.H. Bell, 10218 al sur de Avenue O, y en Watco, 2962 al este de 126th Street. Ambas empresas habían sido citadas por funcionarios federales por violar las leyes de contaminación del aire. En enero de 2019, la Municipalidad le exigió a las empresas que taparan las pilas para evitar que el polvo volara hacia las casas. Watco luego dijo que dejó de trabajar con el material.
Debido a que las acciones federales y municipales probablemente redujeron las emisiones de manganeso en el aire, los dientes de leche pueden ser una pista sobre la exposición que han tenido los niños en años anteriores, dijo Haynes.
“Este período de vida temprano puede ser el más sensible a los impactos del manganeso en el cerebro en desarrollo”, dijo.
En un comunicado, S.H. Bell dijo que gastó casi $3 millones para agregar controles ambientales y que los monitores de aire instalados y monitoreados por los reguladores ambientales muestran que los niveles de manganeso están por debajo de los límites establecidos por el gobierno para evitar riesgos para la salud.
“Hemos y continuaremos haciendo todo lo posible para proteger a nuestros trabajadores y la comunidad”, dijo la compañía.
La investigación de Haynes y los estudios realizados por otros funcionarios académicos y gubernamentales han puesto a las empresas a la defensiva.
La investigación financiada por un “cliente industrial privado” no revelado y producida por la consultora Gradient cuestionó algunos de los hallazgos de Haynes en 2018, diciendo que el “estudio no proporciona evidencia confiable para la conclusión” de que el manganeso en el aire “afectó negativamente el neurodesarrollo infantil”.
Los reportajes de Brett Chase sobre el medio ambiente y la salud pública son posibles gracias a una subvención del Chicago Community Trust.
