Elaine Pierce habla utilizando Google Translate en su teléfono para comunicarse con Frayeli Montoya y Esteban Alexander, que viven con ella en su casa de Oak Park.

Elaine Pierce habla utilizando Google Translate en su teléfono para comunicarse con Frayeli Montoya y Esteban Alexander, que viven con ella en su casa de Oak Park.

Anthony Vazquez/Sun-Times

Una mujer jubilada del área de Chicago abre su casa a los migrantes como ‘nuevos miembros de la familia’

Elaine Pierce, una residente de Oak Park con cáncer terminal, abrió su casa a las familias a principios de agosto. Defensores de migrantes dicen que es un ejemplo de la determinación necesaria para convertir la crisis de los migrantes en una oportunidad.

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Elaine Pierce, una mujer jubilada con cáncer terminal, se refugió en su casa rodeándose de su hija, libros y películas.

Era una soledad que necesitaba, pero la abandonó hace poco por algo más importante: ayudar a familias en crisis, abriendo su casa estilo bungalow de Oak Park a familias migrantes sin hogar.

“Sólo deseo poder hacer más”, dijo Pierce al Sun-Times.

La generosidad de esta residente de 68 años es exactamente lo que Chicago necesita para convertir la crisis de los migrantes en una oportunidad, afirman los activistas.

Es una gran ayuda para la ex trabajadora de la Universidad Concordia, que abrió su casa sin ayuda de la Municipalidad ni del Estado, cubriendo cualquier gasto extra casi totalmente por su propia cuenta. Pero a los migrantes les ahorra una estancia posiblemente larga e incómoda en una comisaría de policía y ser reubicados a un refugio de la Municipalidad.

Para Pierce, madre de dos hijos, también es una carga emocional. La hija de Pierce vive cerca, en Lombard, Illinois, pero su hijo, Jeff, se suicidó en 2017. Desde entonces, ella se ha propuesto cuidar su salud mental, evitando las películas o noticias pesadas.

“Lloro mucho más”, dijo, “porque leo mucho más, especialmente sobre los refugiados venezolanos que aún están en las comisarías”.

Pierce recibió a las seis primeras personas en su modesta casa de dos pisos y tres dormitorios a principios de agosto: Una pareja y su hijo ocuparon un cuarto del sótano, otra pareja y su hijo ocuparon el cuarto de arriba. Un séptimo migrante, amigo de la infancia de una de las familias que ya vivían allí, se mudó a principios de octubre.

Dijo que acogería a más “nuevos miembros de la familia”, pero no tiene espacio suficiente.

Elaine Pierce observa a Melanny Castro, de 2 años, mientras juega con unos juguetes en la casa de Pierce en Oak Park.

Elaine Pierce observa a Melanny Castro, de 2 años, mientras juega con unos juguetes en la casa de Pierce en Oak Park.

Anthony Vazquez/Sun-Times

“Podría tener a cinco personas más en colchones, fácilmente”, dijo. “Pero entonces no tendrían más espacio privado, y pasaría lo mismo que en la comisaría”.

Una comisaría o un refugio sobrepoblado es exactamente el tipo de situación que Pierce intenta evitarles.

Como casi 20,000 migrantes han llegado a Chicago desde agosto de 2022, el número de migrantes alojados en comisarías aumentó durante el verano hasta el punto de que muchos empezaron a dormir afuera de las comisarías, incluso cuando se ha acercado el frío.

El miércoles, había casi 2,500 migrantes durmiendo en comisarías, según la Oficina de Emergencias y Comunicaciones de la ciudad. Más de 500 estaban en el Aeropuerto O’Hare.

La Municipalidad ha abierto refugios en los últimos meses, pero el ritmo de llegadas ha superado la capacidad de la Municipalidad para asentarlos en viviendas a través del Programa Estatal de Ayuda de Renta de Emergencia para Solicitantes de Asilo, que proporciona a los migrantes hasta seis meses de ayuda con la renta a través de la Autoridad de Desarrollo de la Vivienda de Illinois.

Catholic Charities es el principal proveedor del programa en los albergues de la Municipalidad. En julio —cuando llegaron 1,000 personas— firmó contratos de renta para 125 hogares; 311 en agosto, cuando llegaron 1,500; y 491 en septiembre, cuando llegaron 3,500.

Su objetivo es conseguir que 500 hogares firmen contratos de renta en octubre, pero ya han llegado 2,000 migrantes entre el 3 y el 23 de octubre.

Sally Blount, presidenta y directora ejecutiva de Catholic Charities de la Arquidiócesis de Chicago, atribuyó sus logros a la búsqueda de vivienda fuera de Chicago y a la ayuda de socios, como los Centros Nueva Vida, para facilitar el traslado.

Sin embargo, la lentitud del proceso deja a algunos migrantes durmiendo en comisarías o sus alrededores durante meses.

Pierce, miembro activo de la iglesia First United Church de Oak Park, se enteró de la situación y se puso en contacto con un miembro de la iglesia que era voluntario en la cercana comisaría del distrito de Austin, en Madison Street.

En unos días, las familias se habían mudado y Pierce había asumido casi todos los gastos.

“Esto es muy necesario porque el proceso actual es muy lento”, afirma Annie Gomberg, la voluntaria que puso en contacto a Pierce con las familias.

Gomberg también ve la medida como un recibimiento más positivo que el proceso de asistencia de la estación, que es muy burocrático.

“Es una forma de dar la bienvenida a la gente con un poco más de humanidad de lo que puede hacer una Municipalidad”, afirma.

Sentado a la mesa del comedor de Pierce, José Hernández reflexionaba sobre lo mucho mejor que se vive en el bungalow en comparación con la comisaría.

José Hernández se sienta a la mesa del comedor en la casa de Elaine Pierce en Oak Park, donde ha encontrado un hogar tras su largo viaje desde Venezuela.

José Hernández se sienta a la mesa del comedor en la casa de Elaine Pierce en Oak Park, donde ha encontrado un hogar tras su largo viaje desde Venezuela.

Anthony Vazquez/Sun-Times

“Es tan diferente”, dijo Hernández, de 27 años, que pasó más de un mes viviendo en la comisaría, “tener un techo y tener lo que se siente como una familia”.

Este nativo de Caracas, la capital de Venezuela, se aloja en el piso superior con su pareja, a la que conoció en la estación, y su hijo de 2 años.

Suelen dejar a Pierce en el primer piso, donde está su dormitorio, aunque vienen a sentarse con ella en el sofá y hablan entrecortadamente utilizando el traductor Google Translate.

Frayeli Montoya y José Castro pasaron dos meses en la comisaría con su hijo de 2 años, Melanny.

Intentaron ahorrar para la renta y un depósito de seguridad, pero en realidad, un apartamento estaba fuera de su alcance. No tenían ninguna de los comprobantes habituales, como historial de crédito, número de Seguro Social o recibos de ingreso.

Por suerte, se hicieron amigos de un voluntario que los puso en contacto con Pierce.

Montoya se sintió emocionada cuando se enteró de que había espacio en el sótano de Pierce.

Melanny Castro, de 2 años, habla con su madre, Frayeli Montoya, en la mesa del comedor de la casa de una mujer jubilada de Oak Park que les abrió su hogar a migrantes estancados en comisarías.

Melanny Castro, de 2 años, habla con su madre, Frayeli Montoya, en la mesa del comedor de la casa de una mujer jubilada de Oak Park que les abrió su hogar a migrantes estancados en comisarías.

Anthony Vazquez/Sun-Times

“No podíamos quedarnos allí más tiempo; la niña se estaba poniendo enferma”, dijo. “Yo estaba llorando de felicidad. No pensaba que fuera a ocurrir así”.

Montoya, de 21 años, Castro, de 26, y Esteban Alexander, también de 21 -—el miembro más reciente del hogar— son todos originarios de Capacho, una pintoresca zona montañosa de Venezuela cercana a la frontera de Colombia.

Sin embargo, los pagos que empezaron a tener que hacer a funcionarios y pandillas locales los dejaron con tan poco que “empezaba a ser difícil alimentarla”, dijo Montoya, mirando a su hija.

Inicialmente, consideraron la posibilidad de trasladarse a otros lugares de Sudamérica —Castro y Montoya a Perú, Alexander a Colombia— pero decidieron dirigirse al norte tras darse cuenta de que la calidad de vida de la que disfrutaban en Venezuela antes de que el país entrara en una espiral de caos económico y político estaba fuera de su alcance en esos países.

Al mirar las fotos de su país, Castro se pone sombrío.

José Castro se sienta a la mesa del comedor en el bungalow de Elaine Pierce, donde el migrante venezolano ha encontrado un improbable hogar tras una larga estancia en una comisaría de Chicago.

José Castro se sienta a la mesa del comedor en el bungalow de Elaine Pierce, donde el migrante venezolano ha encontrado un improbable hogar tras una larga estancia en una comisaría de Chicago.

Anthony Vazquez/Sun-Times

“Nos encantaría volver a Venezuela”, dijo el muchacho de 26 años. “Pero hacerlo y tener una casa donde realmente pudiéramos vivir, eso no parece posible”.

Montoya, Castro y Alexander comenzaron su viaje en otoño de 2022, pero el viaje de Alexander se retrasó meses debido a problemas con la infame aplicación telefónica de cruce de fronteras de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos, CBP One.

Alexander describió esos meses como infernales.

“En México, no es muy fácil”, dijo el joven de 21 años. “Es un país donde los migrantes sufren a manos de las autoridades de inmigración, los cárteles y los conductores de autobús que trabajan con ambos”.

Es un enorme contraste con el hogar al que llegó a finales de septiembre. Montoya y la pareja de Hernández han encontrado un empleo, pero todos esperan encontrar un trabajo regular.

El temor es que Pierce padece un cáncer de mama terminal, que según ella “le recorre desde la parte superior de la cabeza hasta la punta de los pies”.

“Sabemos que su salud es delicada”, dice Castro. “Ha sido un poco duro para nosotros, porque no estamos seguros de lo que nos pasaría...”.

A Pierce le diagnosticaron cáncer en 2007, y este se convirtió en terminal en 2019. Los pacientes con cáncer terminal pueden vivir con su enfermedad durante años.

Elaine Pierce (derecha), sentada en el comedor de su casa, escucha a Frayeli Montoya, una migrante venezolana que ha encontrado un hogar en la casa de Pierce en Oak Park.

Elaine Pierce (derecha), sentada en el comedor de su casa, escucha a Frayeli Montoya, una migrante venezolana que ha encontrado un hogar en la casa de Pierce en Oak Park.

Anthony Vazquez/Sun-Times

Sin embargo, Castro se emociona al pensar en el futuro.

“Elaine es como una madre para nosotros, por la forma en que nos abrió las puertas de su casa. La queremos”, dijo.

Hernández asintió con la cabeza: “Es un regalo de Dios”.

Si Pierce pudiera volver a hacerlo, diría que se tomaría un día para establecer las normas de la casa y buscaría más recursos para conseguir artículos de primera necesidad, desde sillas de coche para bebé hasta bicicletas.

Pero no se arrepiente del amor que han traído a su casa.

“Ahora me besan y abrazan seis veces al día”, dice Pierce, recordando las breves visitas que reciben al entrar y salir de casa.

“Uno de ellos se abalanza sobre mí, me da un beso en la mejilla y vuelve a salir”.

Frayeli Montoya (izquierda) abraza a Elaine Pierce en su casa de Oak Park, que se ha convertido en un hogar para migrantes que habían quedado estancados en comisarías.

Frayeli Montoya (izquierda) abraza a Elaine Pierce en su casa de Oak Park, que se ha convertido en un hogar para migrantes que habían quedado estancados en comisarías.

Anthony Vazquez/Sun-Times

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Los propietarios interesados en recibir migrantes en su hogar pueden ponerse en contacto con Catholic Charities por correo electrónico en welcomethestranger@catholiccharities.net.

Michael Loria es reportero del Chicago Sun-Times a través de Report for America, un programa de periodismo sin fines lucrativos que pretende reforzar la cobertura que el periódico hace de las comunidades de los lados sur y oeste.

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