Sin papeles, Maria se apoya en ‘angelitos’ en lucha contra el cáncer

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Maria, left, hugs her advocate for health care, Julie Contreras, a pastor of Our Lady of Suyapa Sanctuary, a Methodist church in Waukegan. Maria, 39, is an undocumented immigrant who was born in Mexico and brought to the United States at 16. She has been diagnosed with multiple myeloma and is staying at the church while receiving medical care at Rush University Medical Center in Chicago. | Ashlee Rezin / Sun-Times

Maria pensó que no tenía buenas opciones. Ella sólo veía dos caminos y los dos tenían como final la muerte. Cerca de un año desde que sintió el fuerte dolor en la parte inferior de su espalda y fue diagnosticada con mieloma múltiple, Maria necesitaba un transplante de médula ósea para sobrevivir pero no tenía dinero, no tenía seguro de salud y no tenía papeles.

Maria de 39 años de edad, nació en México y vino a Estados Unidos cuando tenía 16 años. Ha vivido en el norte de Indiana casi toda su vida adulta. Maria ha trabajado sin descanso limpiando fábricas, lavanderías y oficinas desde el tercer día que cruzó la frontera.

Sus tres hijos nacieron aquí y son ciudadanos estadounidenses. Maria, sin embargo, sigue sin poder regularizar su estatus legal.

Ahora, Maria dice que el hospital en Indiana donde la atendían le ha informado que no puede recibir el transplante que necesita porque no tiene un número de seguro social válido. “Cuando eres indocumentado, no eres nadie aquí” asegura Maria. “Una persona con documentos puede recibir tú órgano si eres donante pero yo no puedo recibir uno. ¿Qué somos entonces?

Una abogada en el South Loop le ha dicho a Maria que existe la posibilidad de presentar su caso ante las autoridades de inmigración y buscar, aunque resulta difícil conseguirlo, un permiso humanitario.

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Un supervisor en las oficinas de inmigración en Chicago le dijo a la abogada que Maria podría enfrentar un proceso inmediato de deportación si solicita el permiso humanitario. De acuerdo a los archivos del Departamento de Justicia de Estados Unidos, Maria tiene dos órdenes de deportación en su contra porque fue detenida intentando cruzar la frontera en 1997 y 2013 luego de visitar a su familia en México.

Así que Maria tenía dos opciones: Entregarse y quedar a merced de las autoridades de inmigración, arriesgándose a ser separada de sus hijos y ser enviada a un país en donde no tiene absolutamente nada, o morir en paz con sus hijos aquí. “Estoy perdida. No sé qué más hacer” declaró Maria a mediados de Noviembre.

Debido a que tenía miedo a ser deportada, le ha pedido a nuestro equipo en el Chicago Sun-Times, que no se publique su nombre completo ni se identifique el poblado en donde vivió. “Necesito saber a dónde partir. No tengo miedo. Para mi, Dios tiene la última palabra. Estoy a la merced de Dios. Dios nunca nos deja solos”.

En una semanas, Maria se encontró con más ayuda de la que un día imaginó. Se convirtió en la más reciente inmigrante con problemas de salud graves que recibe apoyo de Julie Contreras, una pastora de una iglesia Metodista en el centro de Waukegan.

La iglesia es parte del movimiento santuario, que busca proveer refugio a los inmigrantes que están en peligro de ser deportados. Contreras y su esposo Salvador se han dedicado a guiar a los inmigrantes indocumentados que están en necesidad de atención médica urgente.

Maria y Contreras se conocieron el 6 de Diciembre en la sala de espera del edificio profesional del Centro Médico Rush University. Contreras le había enviado un mensaje de texto a un doctor que conoce en Rush pidiéndole que el hospital, ubicado en el área Near West de Chicago, ofreciera la ayuda médica urgente que necesitaba Maria.

En ese primer encuentro en la bulliciosa sala de espera del edificio médico Rush de la calle Harrison, Contreras le dijo a Maria que esperaba que finalmente ella recibiera la mejor atención posible en su lucha contra el cáncer.

Contreras le dió a Maria una pequeña medalla con una semilla de mostaza para que se la pusiera en el cuello. En un pasaje del evangelio Jesús le dice a una persona que con la fe del tamaño de una semilla de mostaza se pueden mover montañas. “Por el hecho de que eres indocumentada no te han atendido adecuadamente” Contreras dijo, apretando la mano de Maria luego de encontrarse en aquella sala de espera. “Lo siento. Pero ahora vamos a luchar juntas. Puedo ver que eres una persona con mucha energía. Puedo ver que tienes un corazón de guerrera. Dios ha abierto una pequeña ventana. Tú tienes todos los derechos como cualquier otra persona que entre por esa puerta”.

“Ella es tan Americana como el pay de manzana”

Fue una noche de Navidad en la que el Dr. David Ansell puso atención a los problemas de los inmigrantes indocumentados que necesitan transplantes de órganos. El es el doctor que recientemente aceptó atender el caso de Maria. Ansell es el veterano Vice Presidente y el rector asociado para la equidad de la salud en la comunidad en Rush. Estaba trabajando un turno como doctor de atención primaria aquella noche de Navidad de 2011 cuando un grupo de manifestantes mexicanos apareció a las afueras del hospital. Entre las personas que protestaban, había inmigrantes indocumentados que evidentemente necesitaban un transplante. A la cabeza del grupo llegaron los pastores y activistas José Landaverde y Emma Lozano. Los manifestantes tenían planeado armar una posada.

“Como soy judío tuve que buscar en Wikipedia Las Posadas” admite Ansell. Ya entendiendo el significado, sabía que dejar a la gente afuera en el frío se vería muy mal. Por eso le dijo al jefe de seguridad del hospital “Los tenemos que dejar entrar”. Siete años después, Ansell se ha convertido en un prominente promotor de “acceso total y sin restricciones” a atención médica para los indocumentados y otras personas que no tienen seguro.

En su nuevo libro “La brecha de la muerte: La inequidad mata” Ansell señala que los trabajadores indocumentados no reciben casi nada de lo mucho que contribuyen al sistema de atención médica. Los indocumentados contribuyen miles de millones de dólares más al Medicare Trust Fund de lo que ellos sacan cada año, escribe el doctor, citando un artículo de la Publicación de Medicina General Interna.

Ansell menciona que nunca le dice que no a alguien que pide ser atendido por él y bajo las reglas del hospital, la decisión de proveer atención de caridad es tomada solo en referencia a los ingresos. Por ejemplo, Rush no cobra las facturas a un paciente sin seguro con una familia de cuatro miembros y cuyo ingreso anual no sea mayor a los 73,800 dólares, el triple de las guías federales de pobreza.

“Si hay paciente que necesita ser atendido, nosotros lo atendemos” asegura Ansell “Esperemos que al final tengamos un balance?? en nuestros libros”. En Rush, no se le pregunta al paciente acerca de su país de origen o su estatus legal en Estados Unidos. El hospital, de acuerdo a Ansell, es uno de los pocos lugares que acepta pacientes en las circunstancias de Maria.

“Ella es tan Americana como el pay de manzana” dice el doctor desde su oficina en donde mantiene fotografías y cartas de pacientes indocumentados que se han beneficiado de un transplante en Rush. “Ella ha contribuido a este país. Tiene tres hijos nacidos en America. Ella merece lo mejor que le podamos ofrecer como cualquiera de los lectores”.

Un regalo maravilloso

En el caso de Maria, Rush aceptó su solicitud de atención caritativa el 12 de Diciembre, seis días después de su primera visita al hospital. Ella no cree que haya sido coincidencia haber recibido la noticia el día de veneración de la patrona de México, la Virgen de Guadalupe.

“Algo maravilloso ocurrió y que me llena de alegría” explicaba Maria esa noche entre lagrimas “El día de la Virgen de Guadalupe mi adorada madre se manifestó y le pedí que intercediera por mi ante su hijo para que me perdonara por todos los pecados que he cometido. El 12 de Diciembre recibo la llamada informándome que la solicitud para mi tratamiento había sido aceptada. Un maravilloso regalo porque mi Santa Madre de Guadalupe se manifestó y me cumplió el milagro ¿Qué más puedo pedir?”

Para ese entonces, Maria se había mudado de Indiana a un cuarto sin ventanas en la parte trasera de la iglesia bajo la dirección de Contreras en Waukegan. Lo único que tenía en el cuarto era una cama y una cajonera. Frecuentemente tomaba de las botellas de suero Pedialyte que en ocasiones ponía en una silla plegable junto a su cama.

Ella se quedaba en el santuario mientras recibía atención médica. Contreras manejaba para llevarla a todas sus citas a Rush. Las hijas de Maria de 21, 18 y su hijo de 7 años de edad la visitaban durante los fines de semana. Su novio y dos hermanos le ayudan con el cuidado de su hijo quien le dejó el dibujo de un monstruo que coloreó la última vez que la visitó en Waukegan.

“Nadie entrará a este santuario para sacarla a menos que ella sea una terrorista o un peligro para la nación” dice Contreras quien asegura que no le preocupa que Maria tenga dos ordenes de deportación en su contra.

“Que sean 20,000 ordenes de deportación” dice Contreras quien forma parte del comité nacional de asuntos migratorios de la Liga de Ciudadanos Latinoamericanos Unidos (LULAC) con sede en Washington D.C. “La ley de Dios es la que se debería aplicar en casos como este” agrega “De lo único de lo que Maria es culpable es de querer una mejor vida. No es una criminal. Ella no es el Unabomber. Ella es la madre de tres niños estadounidenses que tienen derecho a vivir con su mamá y en su país, su país que es los Estados Unidos de América”.

Contreras menciona que le parece “muy inapropiado”, es más hasta lo cree pecado, el hecho de que un hospital le pida el número de seguro social a un paciente que se encuentra gravemente enfermo. “Nuestra prioridad no es su estatus migratorio. Nuestra prioridad es salvar su vida”. La iglesia de Contreras se llama Nuestra Señora de Suyapa en honor a la patrona de Honduras. Ella y su esposo son pastores para unas 60 familias de refugiados de ese país centroamericano. En los últimos años fue que decidieron mudarse a Waukegan. La iglesia de Nuestra Señora de Suyapa está afiliada con la Iglesia Metodista Lincoln United de Pilsen.

Una noche durante el servicio religioso del 12 de Diciembre, Maria se sentó frente a la imagen de la Virgen de Guadalupe mientras Contreras hablaba a la congregación y su esposo tocaba suavemente su guitarra. Contreras agradeció a la Virgen por la aceptación de Rush a la solicitud de atención de caridad que presentó Maria. En la oración inicial de Contreras, quien creció en Pilsen y es nieta de inmigrantes mexicanos, se refirió a “La Morenita” que cruza la frontera todos los días. En el santuario también vive una pareja de indocumentados mexicanos que dice haber sido amenazada con la deportación cuando la policía exigió que el hijo de ellos cooperara en la investigación de un tiroteo en el Condado Lake del que él no sabía absolutamente nada.

El santuario no tiene estufa, sólo un horno de microondas y una parrilla doble. Tampoco hay regaderas, así que Maria en ocasiones tiene que ir a la casa de los Contreras a bañarse. Maria creció católica y se considera católica. “No soy de mente cerrada, Dios aparece en todos lados” dice Maria. “En esta pequeña iglesia me dieron un techo, cariño, comida. Me lo dieron todo sin conocerme”.

En la iglesia Metodista, una tarde reciente, Maria aparentaba estar triste. Declinó a compartir una orden de comida china, de pollo Kung Pao, que le proponía Contreras de 52 años de edad. “Te ves cansada, mija” le dijo. “Aquí estamos para ti. Somos la familia que Dios te dió”. Maria insistió que estaba bien. “Alguien debe de estar rezando mucho por mi o Dios me esta sanando” dijo Maria. “Porque siento algo. Es bueno. Me gusta pero no puedo expresarlo en palabras lo que estoy sintiendo. Pero no me siento mal”.

Si bien es cierto que admite que no es una ciudadana estadounidense asegura que es “una hija de Dios”. Maria nació en Pedernales, en el estado mexicano de Michoacán. Ella lo recuerda como un lugar de belleza natural en donde los aguacates que se cultivan localmente son conocidos como “oro verde”. La mamá de Maria, debido a la necesidad, se vino a trabajar a los Estados Unidos cuando ella era muy pequeña, cuenta la propia Maria. Ella se quedó a vivir con su abuela en México, 10 años después su madre se la trajo a California. Allá Maria comenzó a trabajar en una lavandería para poder pagarle al “pollero” que la cruzó por la frontera. Al final, terminó quedándose a vivir en Indiana.

“Llegamos a este país un Domingo y comencé a trabajar el Martes” dice Maria “Como no teníamos muebles, tuvimos que sacar mesas y sillas de la basura. Fueron tiempos difíciles pero había trabajo”.

Al año de haber llegado a Estados Unidos, Maria se casó. Tiempo después se divorció. Sus dos hijas han terminado su preparatoria. Una de ellas es asistente médica. La otra hija trabaja en un restaurante como anfitriona y tiene planes de comenzar sus estudios universitarios en el otoño, cuenta Maria.

Maria ha regresado a México en dos ocasiones: Cuando su abuela enfermó en 1998 y cuando su abuela murió hace cuatro años. En ambas ocasiones fue detenida en la frontera y enviada de regreso a México. En ambas ocasiones encontró la forma de volver a cruzar.

Los dos encuentros con los agentes fronterizos han sido los únicos episodios que ha enfrentado con la ley, dice Maria. “Legalmente no soy ciudadana de este país pero soy ciudadana de este planeta y soy una hija de Dios. Para Dios todos somos iguales. Muchos piensan de manera equivocada pues todos los que no tenemos papeles pagamos impuestos”.

Maria asegura que nunca ha recibido beneficios de asistencia pública debido a ser indocumentada. El año pasado sus ingresos fueron de 29,000 dólares aproximadamente trabajando tiempo completo en el departamento de control de calidad en una fábrica y como un segundo empleo de tiempo parcial limpiando oficinas.

“He vivido casi toda mi vida aquí, trabajando, pagando todos los impuestos y tengo un historial limpio” dice Maria y se pregunta ¿Por qué no debería tener derecho a recibir tratamiento si siempre he estado contribuyendo a la riqueza de este país?

“Mi tripulación de angelitos”

Maria tuvo que dejar de trabajar el 20 de Enero luego de que se desmayara al llegar a la fábrica para iniciar su turno y fue llevada de emergencia al hospital. Los doctores le informaron que sufría de “uno de los peores tipos de cáncer que existen” dice Maria.

Luego de no conseguir un transplante de médula ósea, fue a visitar a la abogada experta en casos migratorios Rosalba Piña pero no encontró una forma de conseguirle que el gobierno le regularizara su estatus migratorio. Piña dice que un supervisor de inmigración asignado a la oficina de Chicago le señaló que debido a las dos órdenes de deportación en el historial de Maria, el gobierno “podría ponerla en el siguiente vuelo para deportarla” si solicitaba una excepción humanitaria para su caso.

“Sus opciones eran muerte o muerte” dice Piña. “Muerte en paz con su familia aquí o muerte en México separada de sus seres queridos”. Un amigo de un amigo de Piña los llevo a Contreras.

En la sala de espera afuera de la oficina del Dr. Ansell en Rush, Contreras llenaba los cuestionarios para nuevos pacientes. Maria contestaba alegremente a todas las preguntas y decía que no había otros problemas de salud que reportar.

“Todo está bien, excepto que tengo cáncer” decía Maria riéndose. Declara que nunca ha fumado, no bebía mucho y nunca ha usado drogas. “No, sólo estas” dice Maria riéndo de nuevo y sacando de su bolsa los nueve botes de medicina contra el cáncer.

A dos semanas de su primera visita a Rush, el Martes, Maria asistió a una cita con un especialista en cáncer de la sangre. Cuando le tocó el turno a Maria, el Dr. Parameswaran Venugopal la esperaba parado en su oficina. Ahí estuvo de brazos cruzados a pocos pies de ella. Le hablaba en tono serio con voz baja. Contreras traducía a español.

“Gracias por ayudar a la paciente” Venugopal le dijo a Contreras. “Es una maravillosa persona” respondió Contreras. “Ella siente que debido a su estatus migratorio no le brindaron la atención apropiada. Ella vino aquí buscando ser atendida con dignidad y respeto”.

“Nosotros nos encargaremos de eso” dijo Venugopal. Dirigiéndose a Maria el doctor señaló “Primero, tenemos que limpiar la enfermedad con el tratamiento correcto”. Luego de recibir todos sus archivos y realizarle más pruebas, el hospital podría determinar si ella era elegible para un transplante, dijo Venugopal.

Al finalizar la cita, el doctor le mencionó a Contreras que no había necesidad de traducirle lo último que Maria le dijo. “Yo entiendo ‘gracias’” Le dijo sonriendo. Maria pidió que le enseñara cómo agradecerle también en su idioma. Él le enseño a decir “shukriya”, como se da gracias en hindi, ella así lo repitió.

Contreras abrazó a Maria quien lloraba. “Está feliz porque ahora es atendida como un ser humano” Contreras le dijo a Venugopal. Maria tiene programado su regreso a Rush para cumplir con sus citas poco después de Navidad.

Su difícil 2017, dice ella, se ha convertido en un año grandioso porque ha conocido a quienes ella llama “mi tripulación de angelitos”. “Tal vez muchas personas no lo vayan a entender pero este último año ha sido el mejor año de mi vida” asegura Maria. “He podido ver tantas muestras de amor y conocer tanta gente que nunca pensé conocer y que están conmigo ahora”.

El objetivo está claro para el próximo año: “No busco legalizarme. Busco curarme”.

Las donaciones al Santuario de Nuestra Señora de Suyapa pueden enviarse a LULAC del Condado Lake, 117 N Genesee, Waukegan, IL 60085

Traducido por: Vicente Serrano/Conductor de Sin Censura con Vicente Serrano/Youtube:SinCensuraMedia

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